EL SEXTO DÍA… LA OTRA EPIDEMIA

EL SEXTO DÍA… LA OTRA EPIDEMIA

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Por: Alberto Abrego

Aparentemente el Covid- 19 ha dejado de ser un peligro en México. Después de más de medio millón de muertes por esa causa en nuestro país (datos extraoficiales), el virus ha dejado de ser emergencia y noticia.

Pero otra epidemia ataca a México, dañina, grande y peligrosa, contra la cual no ha existido antídoto ni vacuna alguna.

La epidemia de las promesas, de las frases vanas, de las eternas propuestas incumplidas recicladas cada tres años, de las descalificaciones, de los candidatos incultos, insensibles o hasta ignorantes; la epidemia de las campañas mentirosas y de la política de arrabal.

Hoy más que por el coronavirus, México está enfermo de verborragia de los candidatos y políticos, convertidos la mayoría en mercaderes de la palabra.

Quienes ayer se quejaban de algo, hoy son los primeros en hacerlo; los que ayer estaban de aquel lado hoy se pasan a éste; los enemigos del ayer son los amigos de hoy; los que antes eran malos ahora son los buenos que se han convertido en patriotas redentores. Nuestra política está enferma del virus de la incongruencia humana.

Los mexicanos tenemos derecho a mejores campañas, que se basen en propósitos factibles y acorde a la problemática actual, no en sueños guajiros o desacreditaciones al contrincante.

El formato de las campañas actuales y la manera de llevarlas a cabo desgastan al electorado, se vuelven aburridas, repetitivas y los electores indecisos aumentan su confusión ante mensajes que no contienen propuestas, sino denuncias contra los adversarios.

La gente no necesita que le digan por qué no debe votar por otros candidatos, necesita que le digan por qué debe votar por ellos.

Las actuales campañas se han caracterizado –salvo honrosas excepciones- por la falta de propuestas positivas, pues más bien han ocurrido en medio de caravanas, carteles, pancartas, gorras, camisetas, spots televisivos y en la radio, y con algunas proposiciones tan fuera de la realidad que han merecido el descrédito y la burla ciudadana.

En una democracia que crece sería bueno que los candidatos y sus partidos expusieran en sus campañas propuestas acerca de cómo tratarían de resolver y frenar el incremento delictivo y el estancamiento económico en que están sumidos ya sean las alcaldías, los distritos, los municipios, las ciudades y el país entero; que se comprometieran a contribuir conjuntamente con los otros partidos, para derrotar al desempleo, los ínfimos salarios que contribuyen a que las personas sean reclutadas por las mafias de la criminalidad; a legislar verdaderamente sobre el secuestro, el robo, el homicidio y la corrupción administrativa en el gobierno, entre otros delitos; que en sus campañas analicen el deterioro del tejido social causado por las políticas económicas actuales o las anteriores. Así sí ganaría la gente.

Pero quienes así lo hacen, son muy pocos.

Los 120 millones de mexicanos preocupados por la salud de nuestros seres queridos y la propia, no queremos escuchar que los políticos que quieren vivir otros tres años a costillas nuestras, cobrando jugosos sueldos, que ellos mismos se autorizan, primas, bonos, viáticos, gastos de representación para ellos y sus familias, premios y demás, en el Palacio Legislativo de San Lázaro, en las diputaciones locales o alcaldías, aseguren, juren y perjuren que ellos son los salvadores y mesías que necesita México para convertirse en un país del primer mundo.

En contraparte, una gran proporción del electorado se ha hecho cliente de los candidatos y creen que aprovechan las campañas para ganar unas despensas, unos cuantos pesos, algún programa social o alguna prebenda política. Aún así, los candidatos tendrán que ingeniárselas para convencer de otra forma al electorado. La gente ya no cree en tarjetitas de presentación ni en fórmulas mágicas.

Los votantes saben que las campañas son literatura política que después se va al cesto de la basura; que son lo de siempre: intrigas, exhibición de escándalos, aunado a la ramplonería periodística de algunos compañeros de la pluma.

Y así, ya nos acostumbramos a que cada tres años, en cada ronda electoral es exhibido el pestilente escenario de las campañas electorales, constituido por la decadente clase política del país. Y una vez que concluye la elección, la maquinaria se reinicia y se prepara para la próxima función, y en el siguiente trienio se volverá a presentar con nuevos actores –o los mismos-, pero siempre con fórmulas mágicas para sacar de la pobreza extrema a más de 40 millones de mexicanos…

Y otra vez, se producirán más de 100 millones de toneladas de basura electoral, entre afiches, carteles, postres y promesas falsas que sólo serán basura en las calles.

Y en México aún no se encuentra una vacuna para esta epidemia de cada tres años.