EL SEXTO DÍA | LA GUELAGUETZA Y LA VERDADERA OAXACA

EL SEXTO DÍA | LA GUELAGUETZA Y LA VERDADERA OAXACA

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Por: Alberto Abrego

A lo largo y ancho de nuestro país, y aún más allá de nuestras fronteras y océanos es famosa la tradicional y colorida celebración de la Guelaguetza en el Estado de Oaxaca, donde se expone la alegría, bailes regionales y trajes típicos de las ocho regiones oaxaqueñas. Todo un ritual de colores, sabores, sonidos y celebración de un pueblo orgulloso de su historia, región y cultura.

La Guelaguetza, cuyo vocablo proviene del zapoteco, que significa “ofrenda”, tiene sus orígenes desde la época prehispánica, en la conquista de los mexicas al pueblo zapoteca. Se realizaban danzas, rituales y banquetes en honor a Centéotl, Diosa del Maíz.

Es una celebración colonizada, castellanizada y modificada durante la época prehispánica y reinventada en 1932 a raíz de desastres naturales con el objeto de detener la migración, cuando se les ocurrió comercializar la cultura.

Al evocar la naturaleza de este festejo, no podemos menos que alegrarnos por el júbilo de una fiesta en el contexto de un mundo decadente. Pues en tiempos de graves conflictos nacionales, como la inseguridad, el narcotráfico y la pobreza, Oaxaca anuncia al mundo que está de fiesta, mostrando su magia, cultura, la calidez de su gente y el orgullo de sus raíces.

El Auditorio “La Guelaguetza” luce sus mejores galas durante el mes de julio, abarrotado con turistas nacionales y extranjeros, bebiendo mezcal y disfrutando de bailes únicos, trajes típicos hermosos y gran colorido después de haber pagado hasta 15 mil pesos por un boleto. Los bailantes y músicos, la mayoría de origen campesino son los encargados de su propio vestuario y su único pago es el gran honor de presentarse en la festividad, son transportados no precisamente en primera clase y no duermen en hoteles, sino en albergues.

Pero a unos pasos de la gran celebración existe la otra Oaxaca, la que ha padecido una historia de sufrimiento y marginación, de pobreza extrema y de discriminación ancestral aún por sus propias autoridades. Aunado a la belleza de su geografía y de su cultura, en Oaxaca existe también el hambre, la inseguridad, la marginación y la miseria; y por supuesto el abandono por parte de quienes año con año preparan la gran festividad para obtener una derrama económica que nunca se ve en los pueblos nativos, que son reales herederos de una cultura que se vende como una mercancía con la que tratan de ocultar casi 500 años de marginación y malos gobiernos.

Las dos semanas de festividades y alegría que las autoridades de Oaxaca muestran al mundo no describen la realidad de un pueblo que ocupa el tercer lugar en pobreza a nivel nacional; mientras en materia de inseguridad, el Secretariado Ejecutivo del Sistema de Seguridad Pública Federal registra tan sólo en el año pasado 2 mil 65 asesinatos, aumentando en un 10.09 por ciento respecto al año anterior.

En la entidad al menos seis cárteles del narcotráfico se pelean el territorio como tierra de conquista; es evidente la falta de apoyo a la educación y al campo; todo en un contexto en el que el gobernador de la entidad está más preocupado en detener las legítimas protestas ciudadanas, y en descalificar todo tipo de reacciones con actitudes machistas, intolerantes y misóginas.

La Guelaguetza, reinventada con fines políticos y comerciales tiene un trasfondo de corrupción y discriminación. Debería ser una manifestación de la identidad de los quince grupos étnicos distribuidos en las ocho regiones y de sus dieciséis lenguas diferentes, así como del folklore, la gastronomía, su música, producción artesanal y los trajes realmente típicos; pero es una versión teatralizada y mercantilizada que ha utilizado a la industria de la cultura para beneficio de unos cuantos. Es una fiesta elitista a la que no están invitados todos. No son bienvenidos los que protestan, los que analizan, los que cuestionan, los que preguntan a dónde van a parar las millonarias ganancias tras una celebración que vende un rostro maquillado de Oaxaca y de su verdadera cultura.

La verdadera Oaxaca, es un pueblo agraviado durante más de 400 años de despojo, de carencias extremas, de inseguridad, desempleo y de falta de oportunidades. Somos un pueblo inmensamente rico en recursos, pero empobrecido por políticas caciquiles que roban y engañan. Se presumen al país y al mundo nuestras culturas madre, que son ricas en historia y al mismo tiempo las más pobres en economía y recursos.

Le debemos a las próximas generaciones al menos el intento de una Guelaguetza real, que exprese el verdadero rostro de nuestra bella Oaxaca, desde una construcción social incluyente que describa una cultura legítima y no comercializada.

Urge recuperar la esencia de su origen y la grandeza de nuestro pueblo, que se ha diluido en el olvido.