EL SEXTO DÍA… EL 8M DE LAS MUJERES SIN MIEDO

EL SEXTO DÍA… EL 8M DE LAS MUJERES SIN MIEDO

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Por: Alberto Abrego

Algo tiene que estar mal en el mundo cuando cientos de miles de mujeres tienen que salir a manifestarse para exigir un alto a la violencia de género y a los feminicidios. En todo el orbe se hicieron presentes los gritos femeninos de protesta contra la desigualdad social, política y económica que han sufrido históricamente.

En el marco del Día Internacional de las Mujeres, este 8 de marzo se multiplicaron los reclamos que deberían ser festejos, recordándole al mundo que sigue habiendo discriminación, desequilibrio político, desprotección familiar y social, indiferencia ante las injusticias y peor aún: siguen matándolas.

Las cifras se acumulan, se transforman en estadísticas y se incrementa el estigma de la violencia incontrolable. Se documentan más de 30 mil mujeres asesinadas en la última década, por lo que sobran razones para la indignación y para la exigencia de soluciones; para demostrar hartazgo contra la impunidad; para exhibir a unas instituciones en las que ya no creen y para recordarles a los gobiernos del mundo que su voz es fuerte.

No puede concebirse una historia de progreso sin las mujeres. En nombre de ellas se han desatado guerras y destruido imperios; han sido musas e inspiración de las más grandes obras artísticas; a la mujer se le ha señalado como el origen de los pecados del mundo; lo cierto es que no se concibe al más grande líder, gobernante, científico, deportista u hombre exitoso sin el apoyo de una fémina.

La lucha de la mujer en la búsqueda de justicia e igualdad de oportunidades ha sido tan larga como difícil, pues es una batalla que debe vencer prejuicios milenarios y prácticas sociales y familiares de discriminación que están muy arraigadas. Poco o nulo consuelo representa el recordar que en Occidente, a pesar de una historia llena de limitaciones sociales, como sociedad hemos logrado avances que son considerables respecto a algunas sociedades orientales, donde las mujeres son tratadas prácticamente como seres inexistentes.

Lamentable que en el primer cuarto del Siglo XXI todavía existan personas con criterio de la Edad Media, y peor aún autoridades con indiferencia retrógrada. Al respecto, debemos reconocer que la mayoría de las familias de nuestra sociedad son fuente inagotable de prejuicios.

Los varones que descalifican provienen de familias donde las mujeres son marginadas, y eso se refleja en una sociedad con tintes misóginos, en la que miramos con indiferencia que las cifras de violencia de género crecen y leemos en las noticias diarias que la trata de blancas, las violaciones, violencia y feminicidios generalmente quedan impunes.

Y nuestras autoridades, por los siglos de los siglos han hecho como que no ven, como que no escuchan, como que no sienten, como que no le dan importancia y como que se le resbalan las exigencias; más concentradas en futuras candidaturas, escándalos mediáticos o reyertas sin sentido que en escuchar y atender estas demandas legítimas. Nos falta mucho como sociedad para avanzar, y lograr que todos tengamos un mundo más justo y menos amenazador.

Por ello este 8 de marzo hubo pocos festejos y muchos reclamos.

Avanzar en este sentido requiere compromiso honesto de familias, empresas y gobierno. Así cambian los individuos, así cambian los países. Así cambia el mundo.

¡No más miedo!