EL SEXTO DÍA | CLAUDIA SHEINBAUM Y EL TECHO DE CRISTAL

EL SEXTO DÍA | CLAUDIA SHEINBAUM Y EL TECHO DE CRISTAL

Visitas: 444

Por: Alberto Abrego

El próximo primero de octubre, Claudia Sheinbaum asumirá la presidencia número 66 de México y se unirá a las 28 mujeres que actualmente son jefas de Estado o jefas de gobierno en un total de 193 países miembros de las Naciones Unidas, lo cual representa apenas poco más del 14 por ciento.

Es histórico porque es la primera mujer en llegar a la presidencia de nuestro país luego de conseguir el 60 por ciento de la votación. Para ello han tenido que pasar 200 años y 65 hombres gobernantes para que por fin llegara una mujer a representar el Ejecutivo Federal. Se dice fácil, pero apenas en 1953 fue reconocido el derecho de votar a las mujeres mexicanas, y en las elecciones de 1955 emitieron su voto por primera vez, en la elección de diputados federales.

Claudia Sheinbaum ha sido electa y no por ser mujer, sino porque 36 millones de mexicanos consideraron que era la mejor opción para dirigir los destinos del país.

Hoy en día es cada vez más común que las mujeres ejerzan cargos de elección popular o de alta responsabilidad en el ámbito político y privado. Sin embargo, la brecha de género respecto a las oportunidades y apertura hacia las mujeres continúa siendo muy grande. Aun teniendo a la primera mujer mandataria en nuestro país, la paridad de género está muy lejos de ser alcanzada.

En general, en los grandes eventos de la historia, las mujeres han brillado por su ausencia en la toma de decisiones y en la formulación de políticas públicas, y no ha sido por su culpa, o por la falta de talento. Claramente ha persistido una cultura patriarcal que ha subestimado el valor y las capacidades de las mujeres relegándolas a roles secundarios y obstaculizando su acceso a cargos de liderazgo.

Nos tiene que dejar de parecer extraño que la participación de las mujeres influya cada vez más en la política y en todos los ámbitos de las sociedades. Las mujeres aportan a la política puntos de vista, aptitudes y perspectivas diferentes que ayudan a dar un enfoque distinto y otra forma de ver las cosas y en la toma de decisiones; y por qué no decirlo, tal vez una mejor forma de expresarse y comportarse, un orden de prioridades y estrategias diferentes en la búsqueda de soluciones y políticas públicas, una mayor sensibilidad hacia las cuestiones de género, especialmente en la elaboración de presupuestos al respecto y en la procuración de justicia, entre otras 

No se trata de una competencia de géneros ni una guerra de talentos. Pero para avanzar hacia una modernidad más justa debemos reconocer que la brecha de género en la política del mundo aún persiste tanto por barreras culturales y estructurales, provocando la desigualdad en el acceso a recursos económicos y la resistencia al cambio.

Este 2 de junio pasado se marcó en México un antes y un después. Se decidió que una mujer será por primera vez Presidente de este país. Este no es un avance cualquiera. La participación de las mujeres en la toma de decisiones de gobierno es una tendencia que crece, y es importante no porque gobiernen mejor o peor, sino porque tienen los mismos derechos que los demás, aún cuando su participación en la vida pública de la mayoría de los países del orbe sufre a diario los obstáculos de una estúpida y vergonzosa misoginia.

Es imperativo promover la formación de más liderazgos políticos, sociales y culturales femeninos y vigilar que se respeten sus derechos políticos. Imaginémonos un mundo donde la clase política de todos los países sean realmente un reflejo de igualdad, donde las voces de los hombres y las mujeres sean escuchadas en un mismo nivel de respeto. Donde todos por igual unan sus fuerzas para asegurar que el fin de la violencia contra la mujer sea una realidad.

Aunque el desafío de suprimir la brecha que impide una equidad de género aún existe, en estas elecciones Claudia Sheinbaum y millones de mexicanos rompimos el llamado “Techo de cristal” en el ámbito político. Pero falta mucho por lograr, debemos romper ese cristal que las limita, las relega y las condiciona a quedar sujetas siempre a los límites impuestos por una sociedad que se niega a evolucionar socialmente.

Solo desde las familias, la educación y el fomento de los valores universales será posible forjar un camino a la justicia y a las garantías de igualdad entre mujeres y hombres.

Todos le deseamos una gestión exitosa a la nueva presidenta, porque todos deseamos a partir de octubre un mejor México.