ANÁLISIS | Tomás Flores Rosales

ANÁLISIS | Tomás Flores Rosales

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  • Un Presidente convertido en partido político.
  • La astucia de Andrés Manuel López Obrador frente a la ingenuidad de algunas y algunos priistas mexiquenses.
  • Antiestético presidencialismo que saldrá victorioso del COVID-19.

La salud de Andrés Manuel López Obrador sí importa en un régimen presidencial que en México se ha impuesto a rajatabla y que con el arribo del tabasqueño se creía podría desvanecerse casi por decreto.

Lo cierto es que el régimen priista que imperó por 70 años en el país colocó las piezas exactas en un cuadro que no cederá tan fácilmente y menos mediante políticas puras emanadas de un solo hombre.

Posturas colocadas en el mosaico público en horas recientes luego de que  antier  Andrés Manuel López Obrador anunciara su contagio de COVID -19 permiten observar que son endebles ciertos factores de estabilidad que sin la figura presidencial alcanzan el rango de volátiles sobre todo en la economía que rige al sistema presidencialista que trasnochados opinadores  habrían dado por fenecido con la instalación del ente obradorista en Palacio Nacional.

Lo cierto es que sin el Presidente de la República – apúntese el nombre que sea en la titularidad del Ejecutivo federal – el país todo cae en incertidumbre, en los mercados financieros, en las inversiones, en la economía y en lo político.

 Tomando esto último como materia de análisis bien podría observase que con la no estancia de Andrés Manuel López Obrador en el escenario público casi todo se pone en la fragilidad:

1.- Una política de comunicación social  que no reacciona sin el gesto del Presidente de la República y deja abiertos todos los frentes a merced de la especulación mediática sobre el estado de salud de Andrés Manuel López Obrador, y

2.- Un partido político en el poder cuyos líderes lo creen democrático, poderoso y plagado de dirigentes puros, tampoco sabe reaccionar frente a la ausencia de su mentor.

Si Andrés Manuel López Obrador no existe, tampoco existe MORENA, como muestra clara de un régimen de partido amalgamado con la figura presidencial sin líderes auténticos, ni ideas firmes para afrontar la posible ausencia de su dirigente absoluto.

Un sistema de gobierno presidencialista como el que anida México incluso desde que concluyeron las hostilidades de la Revolución Mexicana, asoma debilidades extremas por la forma de haber sido adoptado por el Obradorismo , imperfecto, dañado por la connotación que se le ha dado a partir del 2018 y que “repara” cuando el presidente de la República se enferma.

Luego entonces, en el análisis comparativo, podría afirmarse que la virtual derrota del PRI en el Estado de México en junio próximo obedece a dos situaciones claras y contundentes:

  UNA.- que el PRI perderá la gubernatura frente a ciudadanos que no fueron atendidos por los gobiernos emanados del tricolor, pero jamás la derrota obedecerá a la fuerza de MORENA.

DOS.- y es que MORENA es el partido del presidente de la República, léase entonces que MORENA  es Andrés Manuel López Obrador.

 Y por tanto los priistas mexiquenses jamás de los jamases podrán competir con un presidencialismo  monolítico disfrazado de partido político.

La verdad derraman inocencia aquellas y aquellos priistas que calculan ganarle en las urnas al aun “antiestético” poder presidencial atacado de nuevo por el COVID-19  y que a la postre la infección se convertirá en otra de las batallas ganadas por Andrés Manuel López Obrador.