ANÁLISIS | Tomás Flores Rosales

ANÁLISIS | Tomás Flores Rosales

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  • “Revolución de Terciopelo” y “gatopardismo” mexiquenses.
  • Buenos deseos del Gobernador hacia el Presidente.
  • Esperanza de la clase política en vísperas del 4 de junio.

Ayer, tarde noche, Alfredo Del Mazo Maza, ofreció sus buenos deseos de recuperación al presidente, Andrés Manuel López Obrador, quien habría divulgado, unas horas antes, mediante sus redes sociales, que se había infectado de COVID.

Y la verdad, Del Mazo, no pierde su talante de un hombre bien educado y sensible a los buenos modales, lo que de una u otra manera también suma a la política de cara a la manera de comunicar del jefe del Ejecutivo federal quien publicó así su contagio:

“Ni modo, amigas y amigos: salí positivo a COVID-19. No es grave. Mi corazón está al 100 y como tuve que suspender la gira, estoy en la Ciudad de México y de lejitos festejo los 16 años de Jesús Ernesto. Me guardaré unos días. Adán Augusto López Hernández encabezará las mañaneras. Nos vemos pronto”.

Quizá estos gestos de convivencia colateral a las funciones de ambos mandatarios nutran a la “política política” que desea instaurar la administración Delmacista a menos de cinco meses de que concluya su mandato sexenal.

Y es que la idea, en los sótanos de Palacio de Gobierno, relativa a la recta final del mandato mexiquense, estriba en lo siguiente:

1.- Aplicar lo que los políticos europeos inauguraron como transición de “terciopelo”’, y

2.- De esa manera extraer – permítase la expresión – desde el fondo, un modelo más adecuado a lo que será la caída del PRI en el Estado de México, entidad que emula a un país entero.

Léase que la “Revolución de Terciopelo” logró hace unos treinta y tres años derribar de forma pacífica el régimen comunista en Checoslovaquia y abrir la vía para reformas democráticas y económicas en lo que era por entonces un país satélite de la Unión Soviética.

Difícil abordar estos conceptos y contextos en una sociedad mexiquense plagada de inercias en sus modelos gubernamental, económico y político, cuyos razonamientos no necesariamente anidan en lo racional de cómo se debe recibir el agotamiento de un modelo priista alimentado por más de 90 años.

Y la duda no encaja únicamente en el séquito que habrá de entregar el gobierno a un nuevo ente  organizativo, sino también a quien lo recibe.

Es decir:

A.- Estar atentos al raciocinio negativo de los que se retiran tras 90  años de institucionalidad basta, y

B. – A la vez estar atentos a la ausencia de raciocinio de los que llegan, con el pírrico proyecto de solo “quítate tú para ponerme yo”.

Ambos incisos construidos por el sistema  “noventañero” que permanece correoso a los cambios dictados desde el unilateral poder presidencial  que muchos y muchas se atreven a denostar, criticar y rechazar, sin ápice de analizar y aportar a la causa del cambio en ciernes aún a escala nacional y que ahora se asoma en territorio mexiquense.

Así que animar conceptos como la “Revolución de Terciopelo Mexiquense” podría espantar a muchos y muchas que no se atreven a reflexionar que podría irse lo que a la vez se queda ; es decir, una tremenda amenaza de “gatopardismo”.